sábado, 5 de diciembre de 2009

A Enrique







Por el norte de las ilusiones encontré un
Camino abierto,
No sé si es transitable, más bien áspero y rico
En conocimiento
Mas me atrae y me dejo caer en sus aguas
Benditas de arte....
Divagaciones sobre mi almohada de una
Posibilidad remota,
Arranca de mi garganta un gemido de
Desesperanza y
De mi corazón un aullido de ilusión.
Elige tú la gasa sutil para cegar mi razón y yo
Tan solo
Escucharé tus palabras con mi espíritu de sed.
Confiar, desconfiar... cómo saber lo correcto
Si en la noche se confunden el tacto con el
Sueño,
Y la mente vuela hacia lo irreal en una nube
De seda y cobalto
Dejando atrás el ser corpóreo,
Hilando de la fantasía la realidad más dulce
Y desterrando lo real hasta ver que has
Muerto



Hay veces que su música me absorbe como un torbellino de mar . De mí, rastros como estelas de lata vagan silenciosos y brillantes bajo un techo de bruma y, etéreos, danzan sonámbulos. Son mis razones para un sueño. Saliente el pecho, con los pulmones hinchados de pasión, asciendo por el lomo del oleaje de los sentidos, apretando los muslos cual jinete contrabandista que roba un tesoro. Entre tanta hermosura como vista alegre, comprendo que me columpie en el deseo, más que centellear en olas de Valencia , yo veo un inesperado hechizo de joya roja y negra. La que me cedes y la que tomo más allá de mis manos.
La inspiración, la musa, la pasión, el oasis en del alma, el sentimiento, el amor a su públi
co, el romanticismo, la entrega, el respeto a quién lo merece, la polémica, la medicina, la libertad de pensamiento y sobre todo el manantial que me nutre desde la adolescencia, un manantial de aguas benditas de arte. Unas letras que elevan el espíritu y abre un abanico de posibilidades en su entendimiento. Enrique es como es, habrá quién le guste, habrá quién no, pero la calidad y la entrega a la música y a su público, está fijado a fuego en este gran artista. Y tú, ¿pagas el peaje?



domingo, 29 de noviembre de 2009

Adiós Amor



Retuércete en mi lecho,
Donde el frío no alcanza.
Suéñame en mi vientre,
Donde la tristeza acaba.
Quédate conmigo aquí
Y lávate la cara,
Que quiero desnudarte toda mi alma.
Cuando la fragilidad anuda al orgullo
Solo nos queda la esperanza,
La providencia que vendrá del cielo,
Para bloquear la flaqueza.
Siempre fui tuya aunque no lo dijera,
Siempre mi pensamiento rogó por tu aliento.
El augurio del adiós pesa tanto...
Como el aullido del gozo de tus labios.
Lloraré por todo lo que mi razón explique,
Más mi alma no llorará por tu ausencia.
Te brindaré un grito de mi garganta,
Un gemido de rabia. ¿Adiós amor?








Rendirse, en mil y una batallas. Rendirse. Este sentimiento inmenso que recorre el cuerpo solo lo hace rendirse, pues solo ser dependiente del otro ser que amamos nos hace marioneta de sus deseos. Quiero cortar los hilos pero sangro, lastimo mi corazón, ya que si es dura es la dependencia, horrible es la distancia. El amor vuelve a jugar con el ser humano, a rasgar sus vestiduras y a ofrecer cada poro, cada fluido de nuestros cuerpos en la danza sublime del encuentro carnal. El amor no hace sentirnos libres, qué putada!. Nos emborracha de pasión, altera nuestra conciencia, nos divierte y nos exhausta. Y como dicen los poetas y trovadores: “¿pero qué coño es el amor?”, “y es que no hay droga más dura que el amor sin medida”. Nos vuelve frágiles, personajes de cristal con el "alma invadida", con la esperanza de "salir gloriosos de esta condena", esta“dulce condena”. Sin embargo, siempre deseamos amar y ser amados, a toda costa, con todo el ser. A este punto de desvarío racional, nos olvidamos de cómo sentíamos antes, de nuestros intereses anteriores antes de caer y sucumbir. A veces, echo de menos esa independencia anterior, y pienso que si mi amor muere, se esfuma o desaparece, me reconciliaré con esa parte de mí que grita y gime, esa parte que sale en estas líneas y que me hace inviolable en mi fortaleza, ya que el que a nadie ama, a nadie teme perder. Te brindo un gemido de rabia y un aliento de éxtasis “Amor”.